martes, 7 de junio de 2011

Delante por detrás

La indignación es, o tendría que ser, una fase, un estado transitorio -que no pasajero- hacia otra cosa, hacia algo más. La indignación siempre va precedida de algún cambio -aunque sea una vuelta en círculo-, estimula el movimiento y desfosiliza los sentidos. Recuerdo que, hace tiempo, un antiguo presidente comentó que rectificar es de sabios pero hacerlo todos los días es de tontos. Se puede extrapolar ésto a la indignación, no se puede vivir eternamente indignado, no es bueno para el pelo.
Decían los postestructuralistas que el inconsciente es la única voz del ser humano, pues bien, ha llegado el momento de dejar de mover las manos y escucharle atentamente, de empezar a barrer nuestro presente y provocar los cambios en otro lugar antes de que nuestra casta tradición inextirpable se cuele más y más por las cañerías de las plazas. Apunto a Heidegger, asumir nuestra temporalidad nos permitiría apropiarnos realmente de un destino auténtico.

(Ideal)

2 comentarios:

Ruth M. Prada dijo...

Me gusta el pequeño artículo aunque hay cosas que me gustaría preguntarte. Me ha dicho un lindo pajarito que estarás en el festival de cine africano. Nos vemos entonces. Qué ganas de brisa nocturna y celuloide. muuua

O. dijo...

Rapapolvazo. Tomad nota. Beso largo