domingo, 25 de octubre de 2015

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El poeta Juan Manuel Villalba en Málaga el pasado jueves. (Gracias a todos los que llenasteis la terraza del Molina Lario. Y mi gratitud profunda al Centro Cultural Generación del 27)


La fortuna, la generosidad y la confianza de su autor han puesto en mis manos uno de los libros de poemas más originales y valientes con los que me he encontrado en los últimos años. Es una suerte. Me enorgullezco de comentarlo públicamente. No es nada fácil tener la oportunidad de encontrarse con un libro de esta talla, y mucho menos ser invitado a entrar en sus rincones para poder revolverlo, curiosearlo y no dejar cajón sin abrir, para después volverlo a dejar todo como estaba y así poder dar fede los mecanismos, resortes, criaturas, emociones y espectros que dan forma a ese misterio que cuando se cumple llamamos poesía.
No nace un libro de poemas cuando se edita y publica, de ninguna manera nace ahí. Cuando la manufactura final convierte al libro en una multiplicación del original (otorgándole el don de la ubicuidad) lo que ocurre es que el libro-objeto se constataarranca como vehículo excipiente de la misteriosa sustancia que contiene, sea cual sea su naturaleza. Pero el libro verdadero nace antes, mucho antes, y cuando eso ocurre se detecta enseguida, en cuanto uno empieza a caminar a través de las ecuaciones luminosas de sus versos. Esa certeza que se da en “Los Himnos Abdominales” no es nada común, créanme. Estamos demasiado mal acostumbrados a no diferenciar entre una colección de poemas y un libro de poemas, objetos que parecen similares pero que desatan efectos contrarios, y confunden.
Como en la matemática lírica, o en la astronomía, estos poemas surgen de un sistema interior construido y propuesto en un esfuerzo que necesariamente estaba ya trabajado, dispuesto a ser aplicado antes aún de plasmar la primera palabra del primer poema. Eso es ser poeta, vivir en un sistema eficaz que sólo el mismo poeta puede construir, legitimar y transferir. En eso consiste la posesión de un estilo, de una voz propia, de una mirada única. Podéis comprobarlo cuando queráis. Elegid cualquier poema del libro, y dentro de ese poema elegid algunos versos. No suena a nada parecido, el sabor es único, el eco que produce también. Pero no hay alarde, no hay apoyo “exterior”, no hay trompeteos wagnerianos, ni ambientadores florales, ni azafatas clónicas que te conduzcan a tu asiento. Ha fundado algo que no tiene vuelta atrás; eso me conmueve. Después de dejarse caer en los poemas de Alejandro, uno ya sabe irremediablemente que de ahí en adelante todo será más difícil porque, ante determinadas situaciones, a la hora de ponerse a escribir, en caso de ser un autor, ha de contarse con el riesgo de “probar su método”, impostar su voz, robar con guante blanco sus hallazgos. Fundará en el posible autor-lector la inquietud de tener que reconocer asuntos parecidos a: ¡huy, cuidado, borra esto antes de que lo vea nadie, que es demasiado Partal! O ¡Maldita sea, ya he metido el pie en la finca de Alejandro! ¿Sabéis lo que eso supone? La posesión de la voz es unpotencia muy rara y exclusiva que sólo unos pocos consiguen.
Sé que mucho se ha escrito ya sobre Alejandro-poeta y sobre Alejandro-autor de “Los Himnos…”. Pero necesito aportar una visión que me parece esencial:
En mi mente, he concebido “Los Himnos Abdominales” como un artefacto intelectual capaz de desarrollar una cualidad portentosa: la de funcionar como una máquina decodificadora. Y esa creo que es la verdadera utilidad de la poesíala voluntad eficaz de capturar lo que no tiene forma y, sin embargo, hacerlo visible, materializarlo con palabras y re-concebir aquello que, sabiendo que existe, no sabíamos nombrar pero necesitábamos nombrar. Ahí se produce el estremecimiento, esa febrícula eléctrica que nos trastorna y nos asombra y nos hace parar en mitad del poema para tomar aliento. Alejandro no parte de ninguna certeza avalada por la ortodoxia, sino que afronta el poema con todo el conocimiento pero desde la más absoluta humildad espiritual, se toma la molestia de no permitir que otros piensen por él, abandona la seguridad de lo académico para ponerse en la línea de salida de lo menudo y de lo sublime, sin dar nada por supuesto; se desprende de cualquier escolta incuestionable para ponerse en la cola y empezar a mirar el universo desde la primera mirada, la que funda y contempla por primera vez. Esto es heroico. De ahí los hallazgos, la originalidad de su mirada y la exquisitez de lo contemplado. Lo exquisito no es lo que más brilla, sino lo que más puede brillar, independientemente del dolor o el placer que nos aporteAlejandro sabe detectarlo. Esta cualidad se tiene o no se tiene, no es negociable.
Desde la más refinada, elegante y bien asumida hibridación entre la tradición anglosajona y castellana, la postura ética y estética de la que parten los poemas de “Los Himnos Abdominales” constatan todo el conocimiento humano y literario asimilado pero, sin embargo, no se detienen en la mera contemplación, sino que asumiendo el riesgo de la originalidad en fondo y forma tuvieron que entrar en un terreno desconocido, con todos los riesgos que eso implica. Pero el verdadero valor (el valor que no hace ruido) se premia, y por eso, ahora, Alejandro puede decir que es un colono de sí mismo. Entró el primero en una zona desconocida a la que ahora por fin ha puesto nombre. Y le debemos el agradecimiento de invitarnos a pasar a ese territorio que allanó sin garantías para que nuestro mundo sea aún más claro y amplio.

Juan Manuel Villalba

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